EL HUERTO ESCOLAR • 7
CONOCER EL SUELO
¿Os habéis fijado alguna vez en el suelo?
Lo tenemos todo el tiempo bajo los pies, aunque no nos
detengamos a observarlo.
¿Serán iguales el suelo de un campo de fútbol que el del
bosque, el de un monte que el
de la ribera de un río?
Investigando el suelo. Tomad diversas muestras de suelo: del
huerto o jardín, de solares sin construir, de las zanjas que abren en las
calles, etc. y examinad su aspecto, su peso y su olor.
Comparadlas, y fijaos bien en las cosas que encontréis:
piedras, objetos “extraños”, animales, etc. Preguntad si ése es el suelo
natural de ese terreno, o se ha alterado por cultivos, desmontes, rellenos,
etc. Es frecuente que el del terreno del entorno escolar haya sido alterado, y
no sea adecuado para poner un huerto escolar. Observad si el color del suelo es
igual en todas las muestras. Si la capa más superficial es oscura, ese suelo
normalmente será rico en humus, y bueno para cultivar. Analizad con un
termómetro la temperatura del suelo: ¿varía según el lugar, la profundidad, las
horas o el clima?
El sol calienta la superficie del suelo, y de noche se
enfría; las capas más profundas sufren oscilaciones menores. La temperatura
condiciona todos los procesos biológicos que se desarrollan en el suelo, y en
concreto la germinación y desarrollo de las plantas, por lo que influye mucho
en los cultivos.
¿Cómo se ha creado el suelo? Observad las capas de un
terreno (en alguna zanja de la calle o en una excavación para cimentar un
edificio). ¿Qué aparece debajo del suelo? ¿Se distinguen capas (el “perfil” del
suelo) de distinto color o de materiales diferentes? El “subsuelo” suele ser
más compacto, la roca está menos alterada, y a él no llegan las raíces. El
suelo es la capa más superficial, y suele ser una capa de tierra más fina,
penetrada por raíces, y con humus.
Podéis observar la disgregación de las rocas por agentes
externos: frotar
dos piedras sobre un papel blanco, y observad con una lupa
el polvo producido;
si cogéis pedazos de rocas blandas y las machacáis, la
disgregación
será mucho mayor.
El suelo se ha creado por la alteración de la roca por los
agentes meteorológicos y los seres vivos, en un lentísimo proceso de miles de
años.
Las plantas obtienen del suelo agua y elementos nutritivos.
Para cultivar sólo es apropiado (“fértil”) un suelo bien desarrollado, no el
subsuelo; por ello no conviene voltear demasiado la tierra, pues se enterraría
la capa más fértil.
¿De qué se compone el suelo? Los fragmentos producidos al
disgregar la roca constituyen el componente mineral del suelo (otros son el
agua, el humus), y sus partículas pueden ser de distintos tamaños: desde
pequeñas piedrecitas y granos de “arena”, hasta la partícula más diminuta de
“arcilla”.
Vosotros/as mismos podéis hacer un análisis de la “textura”
del suelo: introducid en un recipiente transparente arena, tierra fina,
gravilla y guijarros hasta la mitad; rellenad con agua tres cuartos del
recipiente, cerrarlo y agitar bien durante un par de minutos. ¿Cómo creéis que
se depositarán las partículas?, ¿se mezclarán o quedarán por capas? Podéis
hacer lo mismo con la tierra de vuestro huerto, dibujando y apuntando los
resultados en vuestro cuaderno.
En este experimento comprobaréis que se des-prenden
burbujas, porque el suelo contiene aire, necesario para las raíces de las
plantas. Para mante-ner la aireación del suelo y renovar el oxígeno de ese aire
conviene hacer periódicamente escardas superficiales, y voltear más
profundamente una vez al año.
.Según el tamaño de partícula que más abunde, el suelo
tendrá una u otra textura: retendrá más o menos el agua, oscilará más o menos
su temperatura, etc. Preguntad a algún agricultor/a o técnico agrícola dónde
hacen análisis de tierra en vuestra zona.
La fertilidad depende del suelo. Los fenómenos que habéis
observado en el suelo son sobre todo “físicos”, pero cada suelo tiene también
unas “características químicas” diferentes. Para conocerlo, podéis analizar el
pH de vuestro suelo (ácido o básico), utilizando unas tiritas cuyo color indica
un pH mayor o menor. Unas plantas prefie-
ren un pH más alto que otras.
En general, las características del suelo afectan a los
cultivos. Comprobadlo con este experimento: conseguid diversas muestras de
suelo y disponedlas en macetas diferentes: unos más fértiles (de huerto o
jardín), y otros más pedregosos o compactos. Poned en ellas las mismas plantas,
dándoles el mismo tratamiento: ¿cuáles germinan antes
y se desarrollan mejor?
.Los minerales contienen unos compuestos químicos (sales
minerales) que se disuelven en el agua del suelo. Según su mayor o menor
concentración (“acidez o alcalinidad”, medida por el pH) estarán más o menos
disponibles para su asimilación por las raíces de las plantas. Los elementos
nutritivos más importantes para las plantas son el Nitrógeno, Fósforo, Potasio,
Calcio, Magnesio, Azufre… Una elevada acidez puede corregirse elevando el nivel
de calcio.
.Si un suelo es arenoso, será apropiado para lechugas,
alubias, patatas y zana-
horias. Si tenemos una tierra arcillosa, lo será para habas,
coliflores y alcachofas.
.Podéis cambiar las características del suelo, aportándole
“enmiendas” de cal,
arena, materia orgánica, según le convenga.
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